lunes, 15 de octubre de 2007



Tú mi alma entera has invadido como un siniestro vendaval; tú en mis entrañas te has metido como la hoja de un puñal. Tú de mi espíritu humillado has hecho tu cubil de hiena, infame, a la que estoy ligado como el esforzado a su cadena, como a su juego el jugador, como el borracho a su botella, como el cadáver al roedor; ¡Dios te maldiga, siempre bella! Pedí al puñal mi libertad, dando con él sobre tu seno; pedí sus filtros al veneno para ayudar mi voluntad. Pero ¡ay!, los dos han respondido con su desdén a mi inquietud: "Tú no has de verte redimido de tu maldita esclavitud. "¡Loco!... si un día la veías a tus pies muerta y sin respiro con besos resucitarías "Tú no has de verte redimido aquel cadáver de vampiro."

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